viernes, 29 de junio de 2018

Autorregulación emocional y autocontrol


La autorregulación permite dirigir nuestra conducta en el sentido que deseamos, es el conjunto de habilidades sociales y conductas que aprendemos desde muy temprana edad y sirve para comunicarnos y relacionarnos con nuestro entorno y las personas que nos rodean.

En la primera infancia, los niños comienzan a adquirir a capacidad de reprimir los impulsos de agresión física (como empujar, golpear, pellizcar, morder, gritar, etc.) cuando se enojan. Sin embargo, es frecuente que los niños recurran a conductas de violencia física como arrojar juguetes, empujar o golpear a sus compañeros o adultos. A medida que crecen, los niños adquieren habilidades lingüísticas más complejas y empiezan a desarrollar la capacidad de ponerse en lugar del otro. Adquieren empatía, llegan a comprender mejor el efecto de sus actos y palabras en los demás y aprenden a expresar su enojo con palabras y no físicamente. Sin embargo, los niños con dificultades para hablar o para dominar sus impulsos suelen luchar para controlar sus sentimientos de enojo y pueden responder usando la fuerza física, gritos o negándose a obedecer las normas escolares o familiares.     



Hacia los 2 años, las niñas y los niños empiezan a entender que los demás tienen emociones y que pueden ser diferentes a las suyas.
De los 2 a los 3 años empieza el periodo de “independencia”, las niñas y niños comienzan a responder de buena o mala manera y la autorregulación de sus emociones hace que empiecen a juzgarse a sí mismos.
A los 5 años esta capacidad auto-regulativa está más desarrollada y aparece una complejidad entre emociones, creencias y expectativas. Es decir los niños empiezan a relacionar su capacidad cognitiva con las emociones.
Conforme los niños pasan por las diferentes etapas, aprenden sobre sentimientos y empiezan a conectar las situaciones que experimentan con las emociones. A lo largo de este desarrollo, la autorregulación y las habilidades del lenguaje van evolucionando y por tanto, adquieren mayor capacidad para manejar situaciones emocionales complicadas. Al aprender a manejar las emociones, asimilan y entienden que son ellos los que tienen el control de sí mismos, de sus respuestas y reacciones ante cualquier situación en la que se encuentren.
Durante los primeros años de edad, se asientan las bases para que se dé una adecuada inteligencia emocional, esto depende en buena medida de diferentes factores emocionales y sociales, por tanto, es necesario que padres, escuela y el resto del entorno eduquen, guíen y sean un buen ejemplo para generar seguridad, respeto y confianza para ayudar a los pequeños a desenvolverse de manera óptima en todos los aspectos de la vida.

Seguramente en casa o si eres docente en el salón de clase, has experimentado desesperación e impotencia cuando un hijo o alumno pierde el control, se deja llevar por la ira, por la furia o se cierra completamente para resolver una situación.

 Como adultos, observar, escuchar, mostrar interés, validar las emociones de los niños, hablar sobre sus sentimientos, trabajar juntos para encontrar alternativas, demostrar afecto, etc. podría no ser suficiente para terminar con esta ausencia de autorregulación  y control sobre sus emociones y reacciones… pero no todo está perdido. La clave para evitar que estas situaciones se repitan y pongan en riesgo la integridad física y emocional del niño y de quienes le rodean, es actuar anticipadamente. Aplicando estrategias específicas, padres y maestros podemos conseguir que los niños, poco a poco vayan logrando inteligencia emocional y asertividad al momento de manifestar sus emociones. Aquí algunas ideas:

1.      Pienso:
Pedir a la niña o niño que tome un momento para pensar lo que está sintiendo e identificarlo (cómo se siente, en que parte del cuerpo se siente más fuerte, que tan intenso es, etc.).
Una vez identificado, pedirle que lo ponga en PALABRAS (usar una palabra para nombrarlo y explicar lo que está sintiendo a otros de manera calmada). Ya que el pequeño logre identificar y definir lo que le sucede, será mucho más fácil reflexionar sobre sus propios sentimientos, emociones, pensamientos, decisiones y respuestas.

2.      Rueda de opciones para el control de la ira:
Es una técnica de Disciplina Positiva y consiste en crear junto al niño un gráfico con posibles acciones que puede ejecutar para calmarse cuando sienta frustración.
Es una rueda en forma de pastel que se dibuja en una cartulina y en cada porción o rebanada se dibuja o pega una imagen de las posibilidades que el niño haya mencionado ( por ejemplo: tomarme unos minutos a solas, expresar con palabras como me siento, dibujar, contar hasta diez, tomar tiempo fuera en un lugar seguro, respirar, saltar, etc.).
Cada posibilidad debe ser una acción válida que respete la integridad del niño, familiares, profesores y compañeros de clase.




3.      Frasco de la calma:
Está inspirado en la ideología pedagógica de María Montessori y es de gran ayuda para entender desde la serenidad lo que estamos sintiendo. Usado de manera correcta, ayuda a sentirse bien, a relajarse, a meditar y a reflexionar sobre nuestros sentimientos y emociones. Puede ser usado por niños (para controlar y regular las emociones que generan conflictos, berrinches, ansiedad, llanto, enojo…) y por adultos (para controlar y regular de la misma forma emociones que nos tienen intranquilos como la ansiedad, el estrés, la tensión, el enojo, los nervios y la tristeza), potencia la respiración profunda y favorece la capacidad de concentración. Para saber como elaborar un Frasco de la Calma visita en este blog: Frasco de la calma 
  

4.      Tiempo fuera:
También es una herramienta de Disciplina Positiva.  Consiste en crear un lugar especial dentro de la casa o el salón de clase, al que el niño pueda recurrir para calmarse y volver a su centro (estado emocional equilibrado) cuando sienta que está por perder la calma, cuando se agolpen las emociones, se sienta alterado o fuera de control.
Este lugar debe elegirse y decorarse en compañía del niño y debe contener elementos que le inviten a sentir paz y relajarse de manera efectiva (música, mandalas, libros, paisajes, juguetes, hojas y lápices para dibujar, una manta, masa para modelar, etc.).
El objetivo del tiempo fuera es que el pequeño tenga un espacio seguro para calmarse, reflexionar y ordenar lo que piensa y siente. La guía de un adulto es indispensable para darle seguridad y contención. Recomiendo que respetando el momento personal del niño, sin presionarle, ni acosarle con mil preguntas, le hagamos saber que estamos cerca para apoyarle, responder sus dudas, abrazarle o conversar sobre lo sucedido por si lo necesita. El pequeño debe tener claro que el tiempo fuera es un momento de reflexión, no de rechazo hacia su persona.

 
                   

5.      El semáforo:
Es una estrategia muy efectiva para que los niños aprendan a detectar de manera oportuna y actuar en consecuencia por si solos (autorregular) los comportamientos impulsivos, arranques de ira o agresión.
El color ROJO es para detenerse, quedarse quieto.
El color AMARILLO es para pensar lo que está sucediendo y detectar posibles alternativas y soluciones.
El color VERDE es para actuar, es decir, llevar a la acción alguna de las posibilidades encontradas durante el color amarillo.
Para que la técnica sea comprendida, es recomendable estimular al niño creando junto con él un dibujo del semáforo con instrucciones sencillas y colocarlo donde pueda verlo para ayudarle a recordar cómo funciona. Por ejemplo:
            Luz roja: ALTO, tranquilízate y piensa antes de actuar
            Luz amarilla: PIENSA soluciones o alternativas y sus consecuencias.
            Luz verde: ACTÚA y pon en práctica la mejor solución.



6.      Tocar agua o arena:
Esta herramienta holística logra que los niños más sensoriales se calmen al estar en contacto con elementos de la naturaleza. Cada vez que el niño se enfade, ofrécele una pequeña cubeta con agua para que meta sus manos (puedes agregarle shampoo o jabón líquido para cambiar su textura y aroma y le resulte más atractivo y relajante). También puedes ofrecerle una caja o cubeta con arena para que el niño esté en contacto con ella o una caja con juguetes de plástico o palitos de madera.



7.      Escuchar música:
La música tiene el poder de tranquilizar la mente y activar ciertas áreas de nuestro cerebro que brindan calma. Prueba con piezas instrumentales, mantras, música estimulante, etc. para descubrir el tipo de música que le ayude al niño a volver a su centro.




8.      Soplar burbujas:
Esta técnica logra la calma a través del control de la respiración. Se trata de imaginar que se hacen burbujas, para lo cual es necesario controlar la respiración soplando suavemente para que las burbujas se “formen”. El adulto debe acompañar al niño respirando calmadamente con él para demostrarle como se hace.
Otra variante es soplar burbujas en un vaso con agua con la ayuda de un popote.

9.      Meditación del globo:
Consiste en que el niño coloque sus manos suavemente sobre su abdomen y sienta como suben y bajan al respirar de manera pausada y tranquila, como si fuera un globo que se infla llenándose de aire al inhalar y se desinfla al exhalar.


10. El Volcán:
Se trata de utilizar las imágenes de un volcán para concientizar el comportamiento. De esta manera, el niño será capaz de detectar cuando está a punto de comportarse de manera inadecuada y podrá detenerse a tiempo. Para poner en práctica esta técnica se pide al niño se imagine que es un volcán y que sus emociones son la lava. Como muchos otros volcanes, su volcán interior también se descontrola y entra en erupción, haciendo que explote todo lo que lleva dentro. La idea es que el niño aprenda a reconocer las señales de la ira y el enfado, asociándolas con la lava caliente y la erupción. De esta forma podrá detenerse antes de llegar al punto de no retorno.



11. Mindfulness:
Es la técnica que nos permite mejorar la calidad de vida, relajarnos y calmar la mente mediante la consciencia plena y estando en el momento presente.
Pedir al niño o niña que mientras inhala y exhala de forma pausada y con calma lleve toda su atención a su respiración o a alguna parte específica de su cuerpo (el dedo gordo del pie, por ejemplo). Esta consciencia corporal unida con la respiración pausada permite hacer a un lado los pensamientos estresantes o que alimentan la ausencia de autocontrol permitiendo a la mente entrar en calma. También puede pedirse al niño que inhale mientras cuenta hasta tres y exhale mientras cuenta hasta tres.

12. Meditar:




13. Abrazo y contención:
El contacto físico, está relacionado con la reducción y prevención de algunas enfermedades físicas y mentales, además juega un papel importante en el desarrollo de las neuronas para que estas no mueran.
Cuando abrazamos, liberamos estrés, ansiedad, depresión y creamos una especie de confianza en nosotros mismos. El contacto afectuoso del cuerpo físico produce oxitocina, la hormona que  regula las emociones estresantes y proporciona bienestar. En el cerebro parece estar involucrada en el reconocimiento y establecimiento de relaciones de confianza y generosidad entre personas.
Es muy bueno recibir abrazos y cariño, sobre todo de las personas a quienes queremos, sin embargo, es perfectamente normal que a muchos niños y adultos les cueste recibirlos en el momento justo en el que están sintiendo enojo, así que pregunta de manera respetuosa al niño si cree que un abrazo podría ayudarle a calmarse y si te permite abrazarle (no le abraces a la fuerza).



14. Pelota antiestrés:
Necesitas un globo grueso (o un globo dentro de otro globo) para rellenarlo de harina, arroz, alpiste u orbeez. El tamaño del globo debe ser adecuado para que quepa en la palma de mano del niño.
  


15. Leer:
Elegir cuentos, historias y libros con temas relacionados (adecuados para la edad de los pequeños); leerlos en casa y/o en clase, conversar sobre el mensaje del libro, el manejo de emociones, la autorregulación, el control sobre nuestras palabras y acciones (y sus consecuencias), la empatía, el respeto, comportamientos aceptables y no aceptables, experiencias personales y posibles soluciones siguiendo la guía propuesta.


16. Tu:
Las personas tenemos en nuestro cerebro un mecanismo de imitación para el aprendizaje conocido como “neuronas espejo”. Estas neuronas tienen la función de imitar el comportamiento de quienes están a nuestro alrededor con la finalidad de aprender de ese entorno.  Los pequeños nos observan todo el tiempo; si ante el estrés, el enojo y el agobio nosotros como adultos somos capaces de no perder el control y hacer algo efectivo para calmarnos, les estaremos dando un mensaje muy poderoso y una habilidad para la vida.  



Fuentes:




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