La
autorregulación permite dirigir nuestra conducta en el sentido que deseamos, es
el conjunto de habilidades sociales y conductas que aprendemos desde muy
temprana edad y sirve para comunicarnos y relacionarnos con nuestro entorno y
las personas que nos rodean.
En
la primera infancia, los niños comienzan a adquirir a capacidad de reprimir los
impulsos de agresión física (como empujar, golpear, pellizcar, morder, gritar,
etc.) cuando se enojan. Sin embargo, es frecuente que los niños recurran a
conductas de violencia física como arrojar juguetes, empujar o golpear a sus
compañeros o adultos. A medida que crecen, los niños adquieren habilidades
lingüísticas más complejas y empiezan a desarrollar la capacidad de ponerse en
lugar del otro. Adquieren empatía, llegan a comprender mejor el efecto de sus
actos y palabras en los demás y aprenden a expresar su enojo con palabras y no
físicamente. Sin embargo, los niños con dificultades para hablar o para dominar
sus impulsos suelen luchar para controlar sus sentimientos de enojo y pueden
responder usando la fuerza física, gritos o negándose a obedecer las normas
escolares o familiares.
Hacia
los 2 años, las niñas y los niños empiezan a entender que los demás tienen
emociones y que pueden ser diferentes a las suyas.
De
los 2 a los 3 años empieza el periodo de “independencia”, las niñas y niños comienzan
a responder de buena o mala manera y la autorregulación de sus emociones hace
que empiecen a juzgarse a sí mismos.
A
los 5 años esta capacidad auto-regulativa está más desarrollada y aparece una
complejidad entre emociones, creencias y expectativas. Es decir los niños
empiezan a relacionar su capacidad cognitiva con las emociones.
Conforme
los niños pasan por las diferentes etapas, aprenden sobre sentimientos y
empiezan a conectar las situaciones que experimentan con las emociones. A lo
largo de este desarrollo, la autorregulación y las habilidades del lenguaje van
evolucionando y por tanto, adquieren mayor capacidad para manejar situaciones
emocionales complicadas. Al aprender a manejar las emociones, asimilan y
entienden que son ellos los que tienen el control de sí mismos, de sus
respuestas y reacciones ante cualquier situación en la que se encuentren.
Durante
los primeros años de edad, se asientan las bases para que se dé una adecuada
inteligencia emocional, esto depende en buena medida de diferentes factores
emocionales y sociales, por tanto, es necesario que padres, escuela y el resto
del entorno eduquen, guíen y sean un buen ejemplo para generar seguridad,
respeto y confianza para ayudar a los pequeños a desenvolverse de manera óptima
en todos los aspectos de la vida.
Seguramente
en casa o si eres docente en el salón de clase, has experimentado
desesperación e impotencia cuando un hijo o alumno pierde el control, se deja
llevar por la ira, por la furia o se cierra completamente para resolver una
situación.
Como adultos, observar, escuchar, mostrar interés, validar las
emociones de los niños, hablar sobre sus sentimientos, trabajar juntos para
encontrar alternativas, demostrar afecto, etc. podría no ser suficiente para
terminar con esta ausencia de autorregulación
y control sobre sus emociones y reacciones… pero no todo está perdido. La clave para evitar que estas situaciones se repitan y pongan en riesgo la integridad física y emocional del niño y de quienes le rodean, es actuar anticipadamente. Aplicando
estrategias específicas, padres y maestros podemos conseguir que los niños,
poco a poco vayan logrando inteligencia emocional y asertividad al momento de
manifestar sus emociones. Aquí algunas ideas:
1. Pienso:
Pedir a la niña o niño que tome un
momento para pensar lo que está sintiendo e identificarlo (cómo se siente, en
que parte del cuerpo se siente más fuerte, que tan intenso es, etc.).
Una vez identificado, pedirle que
lo ponga en PALABRAS (usar una palabra para nombrarlo y explicar lo que está
sintiendo a otros de manera calmada). Ya que el pequeño logre identificar y
definir lo que le sucede, será mucho más fácil reflexionar sobre sus propios
sentimientos, emociones, pensamientos, decisiones y respuestas.
2. Rueda de opciones para el control
de la ira:
Es una técnica de Disciplina
Positiva y consiste en crear junto al niño un gráfico con posibles acciones que
puede ejecutar para calmarse cuando sienta frustración.
Es una rueda en forma de pastel
que se dibuja en una cartulina y en cada porción o rebanada se dibuja o pega
una imagen de las posibilidades que el niño haya mencionado ( por ejemplo:
tomarme unos minutos a solas, expresar con palabras como me siento, dibujar,
contar hasta diez, tomar tiempo fuera en un lugar seguro, respirar, saltar,
etc.).
Cada posibilidad debe ser una
acción válida que respete la integridad del niño, familiares, profesores y
compañeros de clase.
3. Frasco de la calma:
Está inspirado en
la ideología pedagógica de María Montessori y es de gran ayuda para entender
desde la serenidad lo que estamos sintiendo. Usado de manera correcta, ayuda a
sentirse bien, a relajarse, a meditar y a reflexionar sobre nuestros
sentimientos y emociones. Puede ser usado por niños (para
controlar y regular las emociones que generan conflictos, berrinches, ansiedad,
llanto, enojo…) y por adultos (para controlar y regular de la
misma forma emociones que nos tienen intranquilos como la ansiedad, el estrés,
la tensión, el enojo, los nervios y la tristeza), potencia la respiración
profunda y favorece la capacidad de concentración. Para saber como elaborar un
Frasco de la Calma visita en este blog: Frasco de la calma
4. Tiempo fuera:
También es una herramienta de
Disciplina Positiva. Consiste en crear
un lugar especial dentro de la casa o el salón de clase, al que el niño pueda
recurrir para calmarse y volver a su centro (estado emocional equilibrado)
cuando sienta que está por perder la calma, cuando se agolpen las emociones, se
sienta alterado o fuera de control.
Este lugar debe elegirse y
decorarse en compañía del niño y debe contener elementos que le inviten a
sentir paz y relajarse de manera efectiva (música, mandalas, libros, paisajes,
juguetes, hojas y lápices para dibujar, una manta, masa para modelar, etc.).
El objetivo del tiempo fuera es
que el pequeño tenga un espacio seguro para calmarse, reflexionar y ordenar lo
que piensa y siente. La guía de un adulto es indispensable para darle seguridad
y contención. Recomiendo que respetando el momento personal del niño, sin
presionarle, ni acosarle con mil preguntas, le hagamos saber que estamos cerca
para apoyarle, responder sus dudas, abrazarle o conversar sobre lo sucedido por
si lo necesita. El pequeño debe tener claro que el tiempo fuera es un momento
de reflexión, no de rechazo hacia su persona.
5. El semáforo:
Es una estrategia muy efectiva
para que los niños aprendan a detectar de manera oportuna y actuar en
consecuencia por si solos (autorregular) los comportamientos impulsivos,
arranques de ira o agresión.
El color ROJO
es para detenerse, quedarse quieto.
El color AMARILLO
es para pensar lo que está sucediendo y detectar posibles alternativas y
soluciones.
El color VERDE
es para actuar, es decir, llevar a la acción alguna de las posibilidades
encontradas durante el color amarillo.
Para que la técnica sea
comprendida, es recomendable estimular al niño creando junto con él un dibujo
del semáforo con instrucciones sencillas y colocarlo donde pueda verlo para
ayudarle a recordar cómo funciona. Por ejemplo:
Luz
roja: ALTO, tranquilízate y piensa antes de actuar
Luz
amarilla: PIENSA soluciones o alternativas y sus consecuencias.
Luz
verde: ACTÚA y pon en práctica la mejor solución.
6. Tocar agua o arena:
Esta herramienta holística logra
que los niños más sensoriales se calmen al estar en contacto con elementos de
la naturaleza. Cada vez que el niño se enfade, ofrécele una pequeña cubeta con
agua para que meta sus manos (puedes agregarle shampoo o jabón líquido para
cambiar su textura y aroma y le resulte más atractivo y relajante). También
puedes ofrecerle una caja o cubeta con arena para que el niño esté en contacto
con ella o una caja con juguetes de plástico o palitos de madera.
7. Escuchar música:
La música tiene el poder de
tranquilizar la mente y activar ciertas áreas de nuestro cerebro que brindan
calma. Prueba con piezas instrumentales, mantras, música estimulante, etc. para
descubrir el tipo de música que le ayude al niño a volver a su centro.
8. Soplar burbujas:
Esta técnica logra la calma a
través del control de la respiración. Se trata de imaginar que se hacen burbujas, para lo cual es necesario controlar
la respiración soplando suavemente para que las burbujas se “formen”. El adulto
debe acompañar al niño respirando calmadamente con él para demostrarle como se
hace.
Otra variante es soplar burbujas
en un vaso con agua con la ayuda de un popote.
9. Meditación del globo:
Consiste en que el niño coloque
sus manos suavemente sobre su abdomen y sienta como suben y bajan al respirar
de manera pausada y tranquila, como si fuera un globo que se infla llenándose
de aire al inhalar y se desinfla al exhalar.
10. El Volcán:
Se trata de utilizar las imágenes de
un volcán para concientizar el comportamiento. De esta manera, el niño será
capaz de detectar cuando está a punto de comportarse de manera inadecuada y
podrá detenerse a tiempo. Para poner en práctica esta técnica se pide al niño
se imagine que es un volcán y que sus emociones son la lava. Como muchos otros
volcanes, su volcán interior también se descontrola y entra en erupción,
haciendo que explote todo lo que lleva dentro. La idea es que el niño aprenda a
reconocer las señales de la ira y el enfado, asociándolas con la lava caliente
y la erupción. De esta forma podrá detenerse antes de llegar al punto de no
retorno.
11. Mindfulness:
Es la técnica que nos permite mejorar
la calidad de vida, relajarnos y calmar la mente mediante la consciencia plena
y estando en el momento presente.
Pedir al niño o niña que mientras inhala
y exhala de forma pausada y con calma lleve toda su atención a su respiración o
a alguna parte específica de su cuerpo (el dedo gordo del pie, por ejemplo).
Esta consciencia corporal unida con la respiración pausada permite hacer a un
lado los pensamientos estresantes o que alimentan la ausencia de autocontrol
permitiendo a la mente entrar en calma. También puede pedirse al niño que
inhale mientras cuenta hasta tres y exhale mientras cuenta hasta tres.
12. Meditar:
13. Abrazo y contención:
El contacto físico, está relacionado
con la reducción y prevención de algunas enfermedades físicas y mentales,
además juega un papel importante en el desarrollo de las neuronas para que
estas no mueran.
Cuando abrazamos, liberamos
estrés, ansiedad, depresión y creamos una especie de confianza en nosotros
mismos. El contacto afectuoso del cuerpo físico produce oxitocina, la hormona
que regula las emociones estresantes y
proporciona bienestar. En el cerebro parece
estar involucrada en el reconocimiento y establecimiento de relaciones de
confianza y generosidad entre personas.
Es muy bueno recibir abrazos y
cariño, sobre todo de las personas a quienes queremos, sin embargo, es perfectamente
normal que a muchos niños y adultos les cueste recibirlos en el momento justo
en el que están sintiendo enojo, así que pregunta de manera respetuosa al niño
si cree que un abrazo podría ayudarle a calmarse y si te permite abrazarle (no
le abraces a la fuerza).
14. Pelota antiestrés:
Necesitas un globo grueso (o un
globo dentro de otro globo) para rellenarlo de harina, arroz, alpiste u orbeez.
El tamaño del globo debe ser adecuado para que quepa en la palma de mano del
niño.
15. Leer:
Elegir cuentos, historias y libros
con temas relacionados (adecuados para la edad de los pequeños); leerlos en
casa y/o en clase, conversar sobre el mensaje del libro, el manejo de
emociones, la autorregulación, el control sobre nuestras palabras y acciones (y
sus consecuencias), la empatía, el respeto, comportamientos aceptables y no
aceptables, experiencias personales y posibles soluciones siguiendo la guía propuesta.
16. Tu:
Las personas tenemos en nuestro
cerebro un mecanismo de imitación para el aprendizaje conocido como “neuronas
espejo”. Estas neuronas tienen la función de imitar el comportamiento de
quienes están a nuestro alrededor con la finalidad de aprender de ese
entorno. Los pequeños nos observan todo
el tiempo; si ante el estrés, el enojo y el agobio nosotros como adultos somos
capaces de no perder el control y hacer algo efectivo para calmarnos, les estaremos
dando un mensaje muy poderoso y una habilidad para la vida.
Fuentes:
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