No
termino de entender esa ansiedad de las personas por demostrar a cada momento
que son mejores que los demás. Las críticas agresivas y denostadoras están a la
orden del día:
Todos
(menos yo) son ignorantes por ver televisa, por no leer, por irle a tal o cual
candidato, por vestir de determinada forma, por haber nacido en otra ciudad,
por tener determinada profesión, por no ser post graduados, por ser feministas,
por irle a “x” equipo deportivo, por enamorarse de quien se enamoran, por ver
alguna serie de televisión, por vivir en “esa” colonia, por su cuerpo, por creer o no creer en
algo, por educar a sus hijos bajo su propio esquema, por comer o beber ciertas
marcas, por ejercer su sexualidad, por publicar algo que les gustó en redes
sociales, por no querer adoptar un perrito de la calle, por comer carne, por
escuchar algunas canciones, por reaccionar de determinada forma, por ser
tímidos o extrovertidos…
Lo
sorprendente aquí es que las personas enfocan su energía, pensamientos y
palabras en todo lo que los demás hacen, descuidando su propio camino de vida.
Creo que si todo ese esfuerzo se aplicara en lo que cada uno de nosotros
destacamos, somos hábiles, sabemos y hacemos bien, todo sería diferente.
De
acuerdo a su situación, posibilidades, condiciones y educación, cada quien elige
algún oficio, profesión o trabajo y es complementario con lo que el resto de la
sociedad va eligiendo. En conjunto formamos un grupo que aporta diferentes
ideas, creaciones y esfuerzos para avanzar y mejorar. Si nos distraemos en
criticar a los demás, todo ese impulso se dispersa y se desperdicia.
Acompañando al trabajo, están los gustos y placeres que son absolutamente
personales (y que bueno, porque si no, no alcanzaría la misma cosa si nos
gustara exactamente igual a todos).
Yo
pregunto ¿qué más te da si alguien ve la serie de Luis Miguel o Game of Thrones,
o si Pedro se enamoró de Juan o de Lucía, si vive con 6 gatos o si nunca ha
tenido una mascota? ¿qué te importa si alguien toma café o té verde, si hace
yoga o no le gusta hacer ejercicio, si leyó Romeo y Julieta o se ríe con Bob
Esponja, si es astronauta o si es comediante, si es activista o no ha
encontrado alguna causa, si va a museos o si va a conciertos, si tiene tatuajes o el pelo morado, si es rubio o moreno, si es joven o viejo? De verdad ¿qué más
te da? Si no son delitos, solo son opiniones y gustos diferentes a los tuyos, ¿qué daño te hace?
Sigue
adelante con tu camino, da lo mejor de ti en lo que sabes hacer, disfruta cada
momento y deja de perderte amistades y aprendizajes valiosos de tantas personas
que deshechas como si fueran cosas solo porque son diferentes a ti. Por
supuesto si hay algo que te lastima o no va contigo no estás obligado a estar
ahí, pero dejarlo pasar es suficiente, no necesitas aferrarte ni demostrarle a
nadie que eres más o mejor. Eso no aporta nada a nadie (ni si quiera a ti) y
nos convertimos en una sociedad de personas distraídas, enojadas, arrogantes y frustradas
que desperdician su potencial.
Tu
única responsabilidad es disfrutar tu propia vida, hacerlo con pasión y no
obsesionarte con dar lecciones, humillar, señalar, criticar o pisar a otros,
según tu para “educarlos”, porque además, déjame decirte que atacando y con esos discursos de odio, no
cambias NADA en los demás.
“Cuando juzgas a alguien,
no creas que lo perjudicas y lo
defines con tu comentario…
Cuando juzgas, te defines a ti mismo
y te perjudicas con esa energía negativa
que se queda únicamente en ti.” - Wayne Dyer.
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