Como mujeres nos enseñan a
respetar, honrar y serle fiel a un hombre, aunque él ni nos respete, ni nos
honre, ni nos sea fiel. Nos enseñan a no guardarle secretos, a disculpar sus
groserías, sus maltratos, su injusticia. Nos enseñan a sentir culpa por
nuestros errores y por los de él, como si hubiéramos hecho algo para provocar que
él traicione, no nos respete o nos haga a un lado. Nos enseñan a callar en
nombre de la familia, de los hijos, a salir a todos lados con él… nos
enseñan a no hablar mal de ellos, a priorizarlos y a no retarlos, a no hacerlos
enojar. Nos enseñan a renunciar a nuestro desarrollo profesional para formar
una familia, a seguir a la pareja a otras ciudades, a otros países, para que él
pueda cumplir sus sueños y realizarse mientras nosotros nos encargamos de lo
demás… nos enseñan a renunciar a nuestros
planes personales para casarnos, a combinar trabajos mal remunerados con la
crianza de los hijos y a creernos que no aportamos dinero valioso aunque
trabajemos fuera de casa, también nos enseñan que el trabajo en casa, no tiene
un valor equivalente en dinero, sino que es por amor, así que no cuenta como
aportación, le llaman instinto y el instinto femenino en un mundo de hombres no
cuenta.
Como complemento, a ellos les enseñan
a mentirnos, a escondernos cosas, a guardarnos secretos, a abusar de nosotras,
a manipularnos con el dinero, a ser rudos y violentos con los hijos, a
amenazarnos con quitárnoslos, a no darnos ni todo el amor ni todo el dinero,
les enseñan que nosotras somos berrinchudas, que la hacemos de pedo por todo,
que cuando estamos en nuestros días nos ponemos histéricas, que somos una
carga, les enseñan a salir de fiesta sin nosotras, a no llevarnos con ellos a todos lados, a que si no les obedecemos o hacemos algo que no es de su
agrado, pueden golpearnos, insultarnos, ignorarnos, engañarnos, dejarnos sin
casa, sin dinero, sin hijos y llamarnos locas… a ellos les enseñan a disponer
de cosas y personas, a saltarse las reglas y los acuerdos, les enseñan a
esconderse bien para poder portarse mal, a ellos les enseñan a abusar y a
maltratar. Les enseñan a echar en cara su trabajo y su dinero –aunque sea
insuficiente-, a hacer sentir a su familia que él comparte dadivosamente su
sueldo con ellos y están en deuda. Les enseñan a no reconocer que su pareja
aporta en casa con su trabajo, tiempo y esfuerzo y le apoya para que él pueda
seguir estudiando, trabajar, viajar y salir de fiesta. Les enseñan que hay
cosas de hombres y cosas de mujeres, que por ningún motivo ellos deben
acercarse a esas cosas de mujeres, que ellos deben ocuparse de lo que realmente
es importante.
Por eso se llaman medias naranjas,
porque los estereotipos de hombres y mujeres embonan perfectamente en el juego
de la violencia. Y obviamente, nos programan para buscar de manera incesante y
desear ser una media naranja. Si no, el sistema se cae. Y no es nuevo, es al
señor Platón al que le debemos este concepto de amor platónico, así que es
muchísimo tiempo el que llevamos sometidos al concepto.
Si llegaste hasta aquí, seguramente
estarás pensando que tú no eres así, que no todos ni todas son iguales, que no
debemos generalizar, que los hombres de tu vida son buenos, que las mujeres en
tu vida no se dejan, hasta podrías llegar a creer que tú has sido criado(a) en
un matriarcado por pertenecer a una familia con mayor número de mujeres -aunque
ellas sigan siendo las que lavan, planchan, crían y además trabajan y mantienen
la casa, o sea, la misma violencia, pero desde la ausencia y el abandono de los
hombres-… pero la verdad es que todos hemos estado expuestos intensamente a
estas enseñanzas, las tenemos grabadas y definen la manera en que pensamos y actuamos…
nos han llegado desde antes de nacer, de la familia, de la religión, de los
medios, de la música, de la literatura, de las escuelas, de los amigos y las
amigas, de todos lados, así que es imposible que no hayas participado de una
forma u otra en una o muchas situaciones como las que mencioné arriba. Son
dinámicas tan arraigadas, que ni si quiera reconocemos cuando las ejercemos ni
siendo hombres, ni siendo mujeres.
Probablemente también estés
pensando que es culpa de las madres de familia por educar así a sus hijos e
hijas. En primera, pensar que la educación solo es responsabilidad de las
madres, es de las cosas más machistas que existen, así que, ahí está el primer
ejemplo de que eres parte del sistema. En segunda, creer que los padres,
ausentes o presentes, no son una influencia para los hijos, es un error. Creer
que somos quienes somos por la educación y formación que nos dio una sola
persona (la madre) es tener una visión muy limitada del desarrollo humano.
En consulta, recibo muchísimos
casos así, algunos tienen una que otra características de arriba, en otros
casos se palomea el 100%, las
combinaciones son diferentes, pero de una u otra manera, no hay equidad, hay
situaciones injustas y se ejercen violencias en mayor o menor grado…
generalmente, los hombres no alcanzan a ver la violencia que ejercen; las
mujeres si, pero tratan desesperadamente de arreglar una y otra vez las cosas
para salvar la relación, a pesar del maltrato… por amor. Son mujeres agotadas,
que aguantan las mismas situaciones durante años, perdonan una y otra vez, que
vuelven a confiar y se creen el cuento de que todo va a cambiar año tras año,
mes tras mes, semana tras semana, mientras sus parejas solo les dan el avión,
les hacen creer que entendieron, pero no tienen ninguna intención de modificar
sus actitudes y su forma de participar en pareja, ellos siguen necesitando esa
media naranja, jodida, pero medio contenta para que no se rebele y siga sirviéndoles.
Y pues esto me lleva a un
análisis bien profundo… a las mujeres nos enseñan a amar incondicionalmente, a
desbordarnos en sentimientos y emociones, a amar con todos los sentidos, sin
pedir nada a cambio, como si fuera una misión de vida y una condición no
negociable para ser buena mujer, nos enseñan a amar hasta que duela. Mientras, a
los hombres les enseñan a no caer en las trampas del amor, a no convertirse en
mandilones, solo los entrenan para hacer como que aman, por lo que su capacidad
para involucrarse sentimentalmente es muy corta. Si puede gustarles una mujer,
pueden ver material para casarse, pero de ahí a amar, o sea, amar sin lastimar,
sin violentar, cuidando, procurando, considerando, compartiendo, cediendo,
negociando, entregando, disfrutando, etc. pues no; poquísimos hombres son los
que he conocido que entienden y dimensionan lo que es amar con todo lo que
implica, así que vemos miles de mujeres con corazones rotos y miles de hombres
enojados, queriendo siempre hacer su voluntad y muchas veces queriendo
venganza. Es educación. En diferentes sentidos, a nosotras nos enseñan a amar,
pero a ellos no, a ellos les enseñan a usar mientras algo o alguien les sirva o
les convenga. Los empoderan de tal forma que creen que pueden joder a sus
propias parejas todas las veces que quieran, de todas las formas posibles y
ellas u otra pareja nueva, estarán siempre dispuestas a perdonar y ansiosas por
conservar la relación a cualquier costo.
A lo mejor, ya te has cuestionado
en otras personas estos tipos de violencia y forma de vida que se acostumbran…
tal vez ya te has cuestionado sobre tus propios pensamientos y actitudes ¡muy
bien!, cuestionarse es el principio para transformarse, pero no es suficiente.
Entiendo que romper con el ejemplo de nuestros padres o personas que admiramos
no es fácil, salirse de lo acostumbrado, de lo aceptado y de lo esperado y
enfrentar ataques y que otros minimicen nuestro proceso interno duele, hace que
perdamos relaciones, personas a las que amamos, comodidades… pero también hace
posible que perdamos lo que duele, lo que no funciona y podamos liberar el
camino para vivir sin imposiciones, sin agresión, sin lastimar o permitiendo
que nos lastimen. Ejercer violencia no es síntoma de amor, aceptarla y
recibirla, menos. No importa cuánto tiempo haya pasado, cuantos años lleven
juntos, siempre es posible poner un límite y empezar a vivir: ya nada de
naranjas y menos de mitades.
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