Muchos hombres rehúsan por completo realizar ciertas tareas domésticas, por considerarlas "femeninas". En efecto, casi todo lo relacionado con la limpieza es tarea de mujeres en las sociedades machistas.
En México, las cifras revelan desigualdad: según datos del INEGI, 49% de los hombres dedica en promedio menos de 8 horas por semana al trabajo doméstico, labor a la que 49% de las mujeres dedica 60 horas. Los hombres dedican 6.2 horas en promedio a la semana a limpiar la casa, mientras que en esta actividad las mujeres ocupan 27.7 horas.
Muchos hombres pretenden que las mujeres no deben hacer trabajos pesados o desgastantes, y dicen que desean "protegerlas" de las dificultades de la vida. Sin embargo, no tienen la menor objeción cuando las ven realizar el trabajo físicamente extenuante de trapear los pisos, mover los muebles para sacudir, lavar y tender la ropa, o hacer el trabajo "degradante" de limpiar los baños y escusados, cosas que rara vez veremos hacer a un hombre.Los hombres "ayudan", pero solo con las tareas menos pesadas. La rutina, la repetición cotidiana de labores aburridas pero necesarias como tender las camas o lavar los trastes, les incumben a las mujeres. Según datos de INEGI y del Conapo, una tercera parte de los hombres nunca cocina y el 60% de los hombres casados no plancha ni lava la ropa.
Casi todas las encuestas sobre la repartición del trabajo doméstico revelan que los hombres creen sinceramente que ayudan mucho más de lo que realmente sucede según medidas objetivas, y por supuesto, según sus propias esposas. Una razón muy importante es ésta: al evaluar su inversión en el trabajo doméstico, la mayoría de los hombres compara su parte no con la de la mujer, sino con la de otros hombres. Entonces, si invierten veinte minutos al día en estas tareas, les parece bastante, comparado con lo que hacía su padre o lo que hacen sus amigos. Es evidente que este criterio falsea la medida. No basta con hacer más de lo que hacía el padre, la comparación debe realizarse en función de la compañera, no de los demás hombres.
Aunque a nadie le encante este tipo de trabajo, es probable que las parejas que lo comparten equitativamente sean más felices, en parte porque las mujeres están menos cansadas y más contentas. Además, el hecho de compartir las labores domésticas permite a las mujeres trabajar fuera de casa, lo cual aumenta considerablemente su salud física y emocional. Las mujeres sufren menos depresión y problemas médicos que las amas de casa de tiempo completo; y también resulta que los hombres casados con ellas reportan más satisfacción en su matrimonio que los esposos de las dedicadas enteramente al hogar.
- Extracto del libro de Marina Castañeda "El machismo invisible" Ed. Taurs
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