Te has preguntado
alguna vez ¿Por qué se usa lo masculino para referirse a hombres y mujeres?, ¿Por
qué se utiliza el masculino como neutro y no el femenino?, ¿Qué es la
perspectiva de género?
Lenguaje incluyente y con
perspectiva de género
¿Qué es la perspectiva de género?
La perspectiva de género busca que las diferencias biológicas
entre mujeres y hombres no provoquen distinciones socioculturales ni afecten
sus derechos. Desde esta visión, para poder hablar de una sociedad equitativa y
democrática, tienen que eliminarse los tratos discriminatorios hacia cualquier
grupo, en este caso, las mujeres.
El lenguaje con perspectiva de
género
Una
de las formas en las que podemos contribuir para acabar con el sexismo en
nuestro entorno, es a través del lenguaje. En la manera en que acostumbramos
hablar todos los días, existen numerosos actos de carácter misógino que
denigran a la mujer y los diferentes roles que desempeña en la sociedad, por
ejemplo:
·
Asociaciones
verbales que establecen a la mujer como débil, pasiva, dedicada exclusivamente
a las labores domésticas, histérica, infantil, etc.
·
Construcciones
donde las mujeres aparecen siempre de forma pasiva: novios que llevan al cine a
sus novias, maridos que sacan a cenar a sus esposas, padres que controlan a sus
hijas, etc.
·
Mención
de las mujeres únicamente en su condición de madres, esposas, etc. (la esposa
del jefe, la mamá del Arquitecto), es decir, en función de los y las demás con
quienes se relacionan; así como tratamientos de cortesía para las mujeres que
recuerdan su dependencia del varón (señora, señorita), frente al tratamiento de
señor para hombres, independientemente de su estado civil.
·
La
existencia de un orden jerárquico al nombrar a mujeres y hombres, ordenamiento
que refleja y reproduce la jerarquía social: padre y madre -nunca al revés-,
hombres y mujeres, alumnos y alumnas, presidentes y presidentas, hermanos y
hermanas, etc.
·
La
ausencia de nombres para denominar profesiones en femenino.
·
La
falta de simetría al denominar a mujeres y hombres: el nombre de pila,
diminutivos (Marthita, Laurita) o el nombre seguido del apellido se suele
utilizar para referirse a para las mujeres; el apellido para hombres (Sr.
Guzmán, Ingeniero López).
Con
esto, se manifiesta lingüísticamente la creencia de que las mujeres son
consideradas inferiores y no tienen personalidad por sí mismas, sino que su
posición e incluso su existencia dependen de su relación con otras personas.
En el diccionario:
Hombre:
individuo macho de la especie humana (opuesto a mujer) / el que ha alcanzado la
edad adulta (opuesto a chico).
Mujer:
“persona del sexo femenino / la que ha alcanzado la edad de la pubertad / la
casada o de edad madura”.
Notas:
Al hombre no se le
define por su relación con la mujer. A la mujer se la define por su relación
con el hombre (casada).
La palabra “edad”,
para el hombre es: “edad adulta”; mientras que para la mujer es “pubertad”. El
concepto “edad adulta” en el caso de los hombres es sinónimo de “virilidad”.
Con
lo anterior, vemos claramente como desde el lenguaje, desde las palabras, se ha
creado un mundo absolutamente desigual en cuanto a los valores asignados a
mujeres y hombres, ignorando incluso las reglas de la gramática.
Quienes
hacen los diccionarios, no sólo recopilan palabras, además les dan un
significado y con ello, las personas aprendemos una realidad. Al aprender a
hablar vamos asimilando conceptos de los que se desprenderán conductas y formas
de pensar. Aprendemos a percibir el mundo de una manera concreta, adoptamos
valores, prejuicios y estereotipos que se convertirán en motor fundamental de
la forma en que decidimos relacionamos con otras personas. El lenguaje, siempre
tiene cargas sociales estructurales que son difíciles de modificar, pero siempre
es posible generar acciones que influyan en la dirección cultural y social de
nuestras comunidades.
Puesto
que las palabras definen y modelan la realidad y esa realidad da significado a
las palabras, podemos impulsar propuestas conscientes para el uso no sexista
del lenguaje. La lengua es una herramienta que permite el cambio y es
perfectamente posible elegir de manera voluntaria algunas modificaciones que
reflejen de forma más real la diversidad de la humanidad y de nuestra sociedad.
Si
las mujeres son invisibles cuando hablamos, no es sorprendente que también lo
sean en la cultura y sociedad. La discriminación de género se ha construido (también)
desde el lenguaje. Así, su deconstrucción empieza por eliminar todas aquellas
palabras y expresiones lingüísticas injustas, machistas y violentas que
mantienen a las mujeres, lesbianas, transexuales, transgénero, intersexuales y
queer invisibles, excluidas, discriminadas y las que no son equitativas, las
que infravaloran a las mujeres, las subordinan y/o las denigran. Es lo mismo
que dejar de usar expresiones que podrían herir a grupos que tradicionalmente
han sido maltratados como las etnias, personas con rasgos físicos distintos al
grupo dominante o personas que viven con alguna discapacidad.
Comparto
algunos ejemplos del uso común del lenguaje no incluyente y sus alternativas
correspondientes para empezar a usar lenguaje incluyente y con perspectiva de
genero:
Gramática
En
español hay dos géneros gramaticales, el femenino y el masculino. La “o” es
indicativa de masculino. El masculino es masculino y no neutro, ni femenino, ni
genérico. El neutro, según las propias reglas de la gramática, es para las
cosas y las situaciones (húmedo, absurdo, inventario, cómico) y se refiere a
cosas que no están clasificadas como masculinas ni femeninas. En español, no
existen sustantivos neutros ni hay formas neutras especiales en la flexión del
adjetivo; solo el artículo, el pronombre personal de tercera persona, los
demostrativos y algunos otros pronombres tienen formas neutras diferenciadas en
singular.
Las
palabras no pueden significar algo diferente de lo que nombran. El conjunto de
la humanidad está formado por mujeres y hombres pero en ningún caso la palabra
“hombre” representa a la mujer. Para que
la mujer esté representada, es necesario nombrarla.
La
RAE no admite usar las letras “x” ni “e” como marca de género, tampoco acepta
el uso de “@”; lo considera innecesario pues explica que el masculino
gramatical funciona en nuestra lengua, como término inclusivo para aludir a
colectivos mixtos o en contextos genéricos o inespecíficos. Sin embargo, al
usar la “o” del masculino, invisibilizamos la existencia de las mujeres y personas que no no se identifican con el género masculino, porque lo que no se nombra no existe.
No
olvidemos que los idiomas van sufriendo transformaciones de acuerdo a las
necesidades histórico culturales (antes, las palabras “internet”, “container”,
“audiolibro”, “compostar”, “homoparental”, etc. no significaban nada); el
lenguaje es un constructo social, cultural y es dinámico… la misma RAE ha
aceptado las palabras “murciégalo”, “vagamundo”, “cantinflear”, “wifi”, “dotor”,
“otubre”, “papichulo”, “amigovio”, “levantón” (secuestrar), “pase” (aspirar
cocaína), “chido”, “chingar”, “güey o wey”, “naco”, etc. y usando un poco de
sentido común ante eso, no tiene explicación la resistencia, la ridiculización,
las ofensas y la insistencia en seguir negando que es necesario visibilizar a
las mujeres en el uso formal e informal del lenguaje. No se trata de destruir
el lenguaje, se trata de entender de dónde venimos y construir una versión más
justa y mejor; si hay palabras adecuadas para nombrar a cada persona, usar el
masculino para nombrar a las mujeres y a las personas que no se identifican con el género masculino, es ocultar la realidad.
Profesiones, oficios
y cargos:
Cuando
a una mujer profesional, se la define en masculino, se está promoviendo:
1.
La invisibilización de las mujeres que desempeñan esas profesiones.
2.
La excepcionalidad que confirma que no es algo normal para las demás mujeres.
3.
Reservar el masculino para determinadas actividades remuneradas o prestigiadas.
4. Que la ciudadanía siga pensando que tal o cual profesión no se puede decir
en femenino.
Cualquiera
de estas ideas estanca el desarrollo de la humanidad y de una sociedad
equitativa, es contraria a la igualdad de oportunidades y perpetúa el sexismo y
la misoginia.
¿Qué hacer?
La sociedad está obligada a la evolución, pero seamos
conscientes de que el cambio no será fácil por el inevitable choque entre las
nuevas formas de pensamiento y las tradicionales; requerirá llevar reflexión y
consciencia a todos nuestros espacios. El
objetivo no es invisibilizar a otros para visibilizar a las mujeres, usar
lenguaje incluyente significa distinguir, hablar y escribir en masculino,
femenino y con neutralidad.
Amparo
Bandera
Para saber más: Manual para el uso de un lenguaje
incluyente y con perspectiva de género: http://www.codigodeconducta.ipn.mx/Documents/Manual-Lenguaje.pdf
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