Hoy,
más o menos a las dos y media de la tarde, veníamos de regreso de la escuela mis
hijos y yo y en un semáforo de Ave. Juárez (Puebla) un señor le dio en la mano a
mi hijo de 14 años (que venía de copiloto junto a mí) una de esas tarjetitas de
un table dance con todas las promociones de la semana.
Él
empezó a leerla y cuando se dio cuenta de que se trataba, volteó a verme con
cara de sorpresa. Aunque la primera reacción de ambos fue reírnos, empezamos a
platicar sobre lo que significaba que se la hubieran dado a él –un menor de
edad que ni si quiera podría entrar al lugar- en plena calle.
Vivimos
en una sociedad, donde el uso y consumo de mujeres está normalizado… donde los
hombres y jóvenes comparten entre ellos fotos y videos de mujeres desnudas de
todas las edades y nacionalidades, masturbándose y teniendo sexo. Una sociedad
que presiona a sus hombres (sutilmente desde que son niños) para que aprendan a
satisfacer sus necesidades y deseos en cualquier momento, disponiendo y usando
mujeres. Hombres que aprenden a jamás conformarse con un “no” por respuesta. Les
dicen que es normal y está bien escoger a la mujer que les gusta y pagar por ella,
como si fuera un objeto o mercancía. Los animan a ver mujeres en situaciones
sexuales violentas para que “aprendan”
lo que es el sexo… y lo peor: en muchos casos la única educación sexual que
obtienen los hombres en nuestra sociedad proviene de esos videos, fotos, table
dances y de la pornografía. No es difícil entonces entender el porqué de tantas
relaciones eróticas y emocionales con dificultades, disfuncionales, violentas,
sin conexión afectiva, tantas mujeres insatisfechas (mujeres que jamás sienten
un orgasmo), tantas violaciones y feminicidios.
Me
niego a resignarme a que mis hijos se acostumbren a eso.
Me
niego a que piensen que algunas mujeres eligen ser bailarinas o sexoservidoras
y que entonces “está bien”, porque si fuera realmente una elección libre y
segura, habría miles de mujeres (y hombres) haciendo filas para aplicar en la
industria del sexo servicio, no habría secuestros de niños, niñas y jóvenes
para filmarles o prostituirles, no habría redes de trata a nivel mundial ni por
internet. Me niego a que cierren los ojos ante la violencia que existe ahí… que
no se den cuenta que muchas personas son forzadas, chantajeadas, obligadas u
orilladas a vender su cuerpo con el riesgo de recibir golpes, humillaciones y
de que algún cliente les mate. No quiero que piensen que todas esas mujeres que
aparecen en las fotos y videos que se comparten en mensajes privados sabían que
las estaban filmando o están de acuerdo en que se compartan sus imágenes y pierdan
de vista que podría ser un ex novio dolido, una pareja ocasional abusiva o un
grupo delictivo que se toma la libertad de alardear, lucrar o desprestigiar con
las imágenes PRIVADAS de ellas.
Quiero que sepan que atrás de esas imágenes hay
una persona (y tal vez familias completas) que pueden estar viviendo momentos
terribles ante esos abusos y delitos.
Me
niego a que mis hijos crean que el sexo es violento, humillante y para
satisfacción y servicio solo de los hombres, no puedo quedarme callada ante
esta realidad y necesito hablar con ellos (las veces que sean necesarias) sobre
lo que implica que sigan habiendo consumidores que demandan sin reparo
servicios de imágenes, videos, bailes, masajes y sexo. No me voy a quedar
callada hasta que tengan claro el respeto por las personas (conocidas y
desconocidas), hasta que sientan que es posible vivir una vida de pareja afectiva
y erótica consensuada, plena, intensa, libre, respetuosa y sin violencia.
Les
invito, madres y padres, a hablar de manera clara, honesta, sin tapujos sobre
estos temas con sus hijas e hijos. No esperen a que cumplan 20 años, yo hoy
aproveché lo que pasó para hablarlo con los míos (de 14 y de 8 años). Es vital
mantenerlos a salvo de situaciones que no quieren, que pondrían su vida en
peligro, de alejarlos de esas creencias tan aceptadas en la sociedad sobre la
disponibilidad y uso de las personas. Necesitamos guiarles e informarles de
manera seria y ética sobre lo que sí es aceptable y lo que no, para que puedan
hacerse escuchar y dejar de ser parte de la violencia, los crímenes y los
abusos que hay en torno al sexo. Estoy segura de que igual que yo, quieren para
sus hijas e hijos relaciones de pareja sanas, funcionales, sin mentiras, sin
engaños, sin violencia, sin humillaciones, tenemos que asumir nuestra
responsabilidad como padres para aportar a su felicidad. No lo echen en saco
roto por favor.
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