Haciendo
fuertes a nuestros niños y niñas
Una creencia es el sentimiento de
certeza sobre el significado de algo, es una afirmación personal que
consideramos verdadera. Las creencias afectan a la percepción que tenemos de
nosotros mismos, de los demás y de las cosas y situaciones que nos rodean y dan
significado y coherencia a nuestro modelo de mundo.
“Somos lo que creemos que somos”... Lo
que creemos, puede moldear, influir e incluso determinar nuestro grado de
inteligencia, nuestra salud, nuestra creatividad, la manera en que nos
relacionamos, inclusive nuestro grado de felicidad y de éxito.
Las creencias vienen de lo que nos han
dicho, de lo que hemos vivido; vienen del sistema en el que nacimos y crecimos,
las obtenemos de otras personas, educadores, grupos a los que pertenecemos a lo
largo de nuestra vida, experiencias de nuestros padres o de los medios de
comunicación y se impregnan en nuestro consciente y/o en nuestro inconsciente.
Se guardan en nuestro cerebro, en las células
del cuerpo, o en lo profundo del alma.
Lo que creemos sobre nosotros y nuestro entorno genera emociones y sentimientos que van determinando la manera en que operamos en la vida.... Las emociones son
respuestas químicas y neuronales que forman un patrón. Las respuestas provienen
tanto de los mecanismos innatos del cerebro (emociones primarias) como de los repertorios
conductuales aprendidos a lo largo del tiempo (emociones secundarias). Aunque
son inconscientes, pueden tener efecto sobre nuestras conductas. Los sentimientos son la evaluación consciente que hacemos de la percepción de nuestro estado corporal
durante una respuesta emocional.
“Tengo mala suerte”
“Soy muy malo en matemáticas”
“Nunca voy a salir de este problema”
“Nadie me quiere”
“No le importo a nadie”
“No soy suficientemente bueno jugando futbol”
“No sé hacer nada bien”
Las personas creen esto porque alguien
se los dijo y lo aceptan y algunas veces ellos se sienten así, porque nunca
han sabido lo que se siente ser muy bueno en la escuela, suficientemente bueno
en algún deporte o lo que se siente ser amado. Simplemente algunas personas nunca se han encontrado en la situación de experimentar estos sentimientos.
Los sentimientos varían de persona a
persona y son determinantes para enfrentar y lidiar con la vida. Hacen la
diferencia entre sentirse profundamente feliz o sentirse miserablemente
desgraciado.
Independientemente de la situación que
tu familia o tu hijo estén viviendo, evita poner etiquetas negativas a tus
hijos. Etiquetar de forma negativa
sobresalta aspectos sin importancia y oculta cosas puras y valiosas.
Las etiquetas afectan la forma en que
pensamos, sentimos y actuamos ante un niño. Nos hacen creer que hay algo mal y
se convierte en causa de rechazo. Las etiquetas pueden ser devastadoras para
los niños a quienes se les aplican. Los padres también resienten estos efectos:
Creer que somos padres de un niño o niña que
causa problemas, que llora por todo, que es berrinchudo, grosero o que es difícil de
controlar genera emociones y sentimientos como el miedo, confusión,
resentimiento, culpa, vergüenza, cansancio y enojo.
Si lo que quieres es construir una
relación saludable con tus hij@s, debes poner estas etiquetas sobre la mesa, analizarlas a
detalle y rediseñar las que te hagan sentir mal a ti o a tu hijo; aquellas que
nublen tu visión o escondan el potencial del niño necesitan ser modificadas.
Dedica un tiempo específico para esta
actividad (preferentemente cuando estés tranquilo y solo), sincérate, no te
distraigas ni pongas pretextos y encuentra las fortalezas del niño. Ahora,
dales un nombre. Por ejemplo: con un poco de guía, la necedad puede convertirse
en persistencia y la agresión en energía para hacerse valer… las posibilidades
son ilimitadas.
Acostúmbrate a usar las nuevas etiquetas
al hablar sobre tu hija con todo mundo y al disciplinarla (las nuevas etiquetas
deben usarse en todo momento, independientemente de si la niña está presente o
no).
Se siente bien ser el padre de un niño sensible,
comprometido, analítico, perceptivo y carismático. Estas palabras podrían
describir al hijo que siempre soñaste tener. Esto también ayudará a que tu hijo
construya su propia estima.
Las palabras pueden crear imágenes
positivas que ayudan a que los niños recuperen su confianza y se sientan
seguros de mostrar quienes son verdaderamente. Esto facilitará que se conviertan
en quienes quieren ser, además los niños
que se agradan a sí mismos, son niños que saben controlarse y comportarse de
manera adecuada. Eso es precisamente lo que todos queremos para nuestros
hijos. Nunca es demasiado tarde para empezar a hablar y a pensar bien de tu
hijo.
No olvides que los niños necesitan ser
reconocidos con sus características particulares (aunque sean muy intensas),
pero de ninguna manera como disfuncionales. Si la diferencia es honrada y
manejada, los niños crecerán de forma balanceada; de lo contrario, serán
guiados a la disfunción y a los problemas.
No permitas que otros te intimiden con sus etiquetas agresivas. Enséñales a usar palabras que reflejen el potencial de tu hijo al usarlas tú mismo. No tienes que discutir con ellos, solamente tienes que reflejar sus pensamientos en términos positivos.
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